Hace unos días tuve una conversación con una compañera de trabajo en la que hablamos de viejos y nuevos proyectos
laborales y en ese contexto mi amiga comentó su deseo de conseguir un mejor equilibrio entre el ser y el hacer. Me pareció
una acertada reflexión, porque normalmente solemos enfocar nuestros objetivos en
la ejecución de acciones productivas y el cumplimiento de tareas (hacer) descuidando
la finalidad estratégica que perseguimos con ellas, bien sea a nivel de nuestro
desarrollo personal o como construcción de nuestra identidad profesional (ser).
Lo curioso es que
algo parecido pasa también en el mundo de la empresa en donde, en mi opinión, sería
deseable que los equipos gestores reflexionaran
más a menudo sobre el modelo de organización que desean construir. Muchas compañías planifican su futuro
solamente en términos económicos, de ventas y de crecimiento. Priorizan el
logro de ese tipo de objetivos pero descuidan el mensaje que con ellos se
trasmite. Hay que saber qué tipo de empresa queremos que vean nuestros clientes cuando decidan comprar
nuestros productos, con qué clase de valores nos van a asociar las personas que
opten por trabajar con nosotros, ya sean empleados o proveedores. Introducir
esa dimensión identitaria en la planificación es siempre importante, pero lo es
todavía más cuando se está iniciando un proceso de internacionalización. La salida
al exterior nos ofrece la posibilidad de redefinirnos como empresa, de crear
una cultura corporativa inclusiva que tenga en cuenta el entorno cultural y
social de los países en los que se va a estar presente. Lo cual no es
sencillo, porque puede exigir sacrificios y cambios estructurales, pero sobre
todo porque requiere una perspectiva a largo plazo y una visión sistémica del
espacio organizacional que se extienda más allá de las metas individuales de sus
protagonistas.
Sin embargo, creo
que precisamente en momentos como el actual, en que las estructuras sociales,
las formas de comunicación y los hábitos de consumo se están transformando muy
rápidamente, sólo las empresas con una fuerte y clara identidad consiguen
sobresalir. Y para conseguir esa identidad, ese ser definido, no va a ser
suficiente con tener una serie de productos mejor o peor posicionados en el
mercado. A medio y largo plazo hará falta también que nuestra imagen de marca transmita
algo, que tenga una personalidad
que ayude a nuestra empresa a alinearse con los valores del territorio
en el que opera.
En mis proyectos formativos suelo preguntar a los participantes por los rasgos que definen la cultura corporativa de su organización y siempre me sorprende la dificultad que muchos tienen para identificarlos. En ocasiones esa misma dificultad en la respuesta la encuentro incluso en los responsables de RRHH, lo cual me sorprende todavía más. Queda claro que en esos casos algo falla, y que si no sabemos explicar quienes somos a los más próximos en la organización, difícil será que lo consigamos en el entorno más complejo del mercado internacional. Porque más allá de los buenos deseos, la construcción de una identidad corporativa sólida exige del equipo directivo reflexión constante, para definir y materializar ese deseado equilibrio entre el ser y el hacer en su empresa.
2 comentarios:
"...que ayude a nuestra empresa a alinearse con los valores del territorio en el que opera".
Esta cita me parece fundamental, especialmente hoy en día en que las reformas laborales han dado todo el poder la empresa. Sólo veo un futuro más halagüeño si la empresa toma conciencia de eso, de que no es nada, si no está integrada en su territorio.
Un abrazo.
Tienes razón Javi. Por lo menos si desea tener largo recorrido.
Gracias por pasar
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