11 de julio de 2012

La buena educación



No sé vosotros, pero de un tiempo a esta parte, yo he ido observando un progresivo deterioro de lo que a mi entender son normas de cortesía mínimas en las relaciones profesionales, y si me apuráis  también en las personales, aunque ahí no me meto, allá cada cual con lo que haga con sus amigos. 

En mi caso,  cada vez con más frecuencia me encuentro con reuniones en las que, prescindiendo del valor del tiempo ajeno, se empieza con una escandalosa impuntualidad. O citas que se cancelan en el último momento alegando excusas de medio pelo del tipo es que andamos muy liados (toma, como todos, pero para eso planificamos el encuentro, creo yo). Tampoco es extraño que personas que apenas te conocen  te contacten pidiendo ayuda para algún proyecto y que después de dársela -gratis total- nunca más vuelvas a saber nada, ni del proyecto ni de la persona. 

Especialmente habitual es sobre todo el fenómeno de no contestar los e-mails. Lamento decirlo, pero eso es algo con lo que me encuentro mucho en España, más que en otros países con los que habitualmente trabajo, y he de reconocer que me pone de los nervios. Porque en el mundo 1.0 cuando una persona te pide algo y tú se lo das, lo normal es que al cogerlo te dé las gracias. O que cuando propongas algo recibas una respuesta, un sí, o un no, no sé… una reacción en algún sentido u otro ¿verdad?  Pues parece que si eso mismo lo haces por correo electrónico lo suyo sea dar la callada por respuesta. ¿Tanto cuesta acusar recibo o escribir gracias u OK o lo que sea y darle a la tecla intro? Sobre todo cuando lo que has enviado es algo importante que te ha llevado tiempo y trabajo preparar. Siempre te queda la duda de si la falta de noticias obedece a la indolencia del receptor o a que el destinatario ha enfermado, o se le ha estropeado el ordenador o incluso puede ser que tu correo ni siquiera haya llegado a su destino por haber sido víctima de un antispam agresivo. Pero luego, cuando transcurrido un tiempo más que prudencial te atreves a preguntar si tu mensaje llegó, te contestan sin inmutarse con un aaah! sí, sí, pues claro que lo recibimos, y si tienes suerte, de nuevo aparece la frase comodín a modo de disculpa: es que vamos muy mal de tiempo. Claro, y yo ando todo el día haciéndome las uñas…

Quiero pensar que esta falta de atención por parte de algunas personas se debe sobre todo a mi condición de consultora, que para según quién parece que somos algo así como proveedores de segunda clase.  Quiero pensar que esas mismas personas tratan a sus clientes y resto de proveedores con más esmero y atención; que contestan los mensajes, dan las gracias y se disculpan si no pueden cumplir sus compromisos. Quiero pensar también que la actual situación económica y el ambiente enrarecido que ha creado en muchas empresas no ayuda y que la gente trabaja bajo mayor presión.  Me hago cargo de todo eso y lo comprendo, porque también lo veo en mi entorno más cercano. Pero me parece que hay límites que no cuesta nada mantener. Y además la tecnología nos lo pone muy fácil.  Que luego presumimos todos de estar muy conectados, pero fallamos en lo básico, en la atención personal y en las normas de educación más elementales.

Y si eso lo trasladamos a la escena internacional, ya ni te cuento. Porque resulta que los conceptos de lo que es correcto a nivel de etiqueta en el trato profesional varían y esa informalidad tan nuestra en comunicar o en reaccionar a tiempo puede ser interpretada como falta de organización o de profesionalidad o de interés (o las tres cosas a la vez). Recuerdo muy bien que hace algunos años, un fondo de inversión anglosajón que asesoré abandonó una operación bastante grande en España por ese motivo. Desde entonces insisto mucho a mis clientes sobre la importancia de dar respuesta y de mantener informada a la otra parte, de prestar atención a esos detalles que van más allá de la ya de por sí deseable cortesía.  Porque además de trasmitir confianza –que es un elemento imprescindible para el éxito de cualquier negocio- hacen que el trabajo diario sea mucho más agradable. Yo tengo la suerte y el placer de poder colaborar con algunas personas así, y os aseguro que sé de lo que hablo.

10 comentarios:

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Pues eso que trabajas en el sector privado. Yo que trabajo en la administración... multiplica por 3 ó 4.
Absolutamente inaceptable, dicho con palabras suaves.
Un abrazo.

José Miguel Bolívar dijo...

Excelente entrada, Astrid. Suscribo lo que dices punto por punto. Creo que trabajar con personas de otros países te hace ser más consciente de lo especialmente maleducados que somos en España, con todas las excepciones que queramos, que también las hay. Pero lo de no contestar, ni dar las gracias o lo de ser impuntuales o cambiar las cosas de la agenda en el último momento es algo que, al menos en mi experiencia, suele verse rara vez en el resto de Europa.

Astrid Moix dijo...

Hola Javier,
Sobre lo que pasa en la Administración no puedo opinar. Tu tienes mejor conocimiento de causa ...
Un abrazo

Astrid Moix dijo...

Hola José Miguel,
Gracias por pasarte y compartir tu experiencia. Desde luego que no hay que poner a todos en el mismo saco y ya digo que yo misma trabajo habitualmente con personas que son muy cuidadosas con estos pequeños/grandes detalles que comentamos. El concepto de "buena educación" tiene un componente cultural importante y puede variar mucho de país a país. Precisamente por eso hay que estar atentos a lo que pasa alrededor.

Un saludo

Unknown dijo...

Hola Astrid.
Pues para mi no existe excusa ni justificación por la crisis, por el entorno enrarecido, por la tensión ni por nada.
La buena educación debe estar por delante de cualquier circunstancia.
Dice el refranero español: "El hombre bien nacido, no niega saludos ni a sus enemigos."

Un saludo

Astrid Moix dijo...

Estoy contigo Nacho, pero al menos en mi experiencia, veo a la gente mucho más crispada. Aunque el tema de los emails que comento en la entrada no es de ahora. Hace algún tiempo, cuando no había crisis de por medio, trabajé para una empresa que tenía como norma el evitar los correos de cortesía "para no cargar el servidor" y lo encontraba lo más normal. Así que nadie acusaba recibo ni daba las gracias, hasta que la gente en otras filiales en el exterior empezó a quejarse ... Lo dicho, a veces se trata no tanto de falta de educación como de desconocimiento. A veces, solo a veces ...

Un saludo y gracias por pasarte.

Caminante dijo...

Hola Astrid
Me pillas de vuelta de quince días de trabajo en Munich y casualmente esta reflexión en la que coincido plenamente, se me ha pasado por la cabeza como diez o doce veces...
Es una cuestión de BUENA EDUCACIÓN y esa se aprende en el contexto familiar, pero sobre todo en el EDUCATIVO y eso lo hemos olvidado hace tiempo... Yo soy de esos de MÁS BUENA EDUCACIÓN Y MENOS VIRIATO aunque me temo que en este país estoy desfasado....
Y al final es una cuestión de RESPONSABILIDAD SOCIAL que lejos de hacerte menos libre, te hace TOTALMENTE LIBRE
En fin, creo que me vuelvo a Alemania!!!
Besos

Fernando López dijo...

Fantástica entrada. La falta de educación y respeto se ha convertido en norma. Todo lo que cuentas me suena basatnte familiar. Sabemos relacionarnos muy mal y de inteligencia emocional por consiguiente muy, pero que muy escasos.
un abrazo

Astrid Moix dijo...

Hola José Luis,
Tienes razón con lo educativo, aunque creo que Viriato tampoco goza de demasiada popularidad en estos tiempos ... Si se enseñara bien la historia otro gallo nos cantaría :)
Yo creo que en temas de cortesía profesional (y en muchas otras cosas) es muy importante también la influencia de los primeros jefes, que son los que nos "educan" profesionalmente. Aprendemos mucho por imitación y yo tuve la suerte de tener un primer jefe muy escrupuloso con las formas. Y eso que era de verdad una persona superocupada y además no había ni mail ni fax ni nada,que había que hacerlo todo personalizado via teléfono o por carta, muchas de las cuales las escribía a mano. Una rara avis total ...

Astrid Moix dijo...

Hola Fernando,
Bueno, yo creo que en las distancias cortas nos manejamos bastante bien y la gente en España en muy amable y cordial en general. En problema viene un poco de pensar que esa cordialidad en el trato directo suple otras cosas cuando la relación profesional se da en un entorno, digamos "virtual". Ahí no podemos modular nada, no caben las excusas. Por eso hay que ser más formal, más escrupuloso si quieres. Y si es con gente de fuera, pues con más motivo.

Un abrazo,