6 de enero de 2010

Citius, altius, fortius



O lo que es lo mismo: más rápido, más alto, más fuerte. Este es el lema del olimpismo y lo recordaba anteayer, no con motivo de las olimpiadas de invierno en Vancouver -que están ya la vuelta de la esquina- sino observando en la televisión la inauguración del nuevo rascacielos de Dubai, la Burj Khalifa, que es, a partir de ahora, la torre más alta del mundo. Tiene 828 metros de altura, ha costado una millonada (o cuatro mil millonadas de dólares, para ser más exactos) y tiene la peculiaridad (además de la altura y el precio) de haber sido diseñada no para albergar oficinas, como suele ser el caso, sino para uso residencial. Parece que el 90% de los apartamentos ya están vendidos, así que habrá que pensar que hay allí mucha gente sin problemas de dinero ni de vértigo, a la que le gusta vivir en las alturas y mirar el desierto. No sería algo para mí.

Personalmente, la torre me gusta. No voy a entrar aquí en la polémica de si se justifica o no su precio o su altura o de si tiene más o menos sentido batir esos records y asumir los problemas de ingeniería, seguridad y utilización de recursos que su construcción implica. Podéis mirar un poco en la Red y veréis que hay ya montones de debates abiertos y comentarios para todos los gustos. Dubai y los propietarios del edificio buscaban un icono representativo del empuje y ambición del país e imagino que el tema medioambiental y económico les preocupa relativamente. Es una paradoja que la torre se haya inaugurado pocas semanas después de que salieran a la luz las dificultades financieras por las que atraviesan los Emiratos, pero ese es otro tema.

A mí la torre me gusta sobre todo por su estética y por su simbolismo. Tiene un diseño estilizado que recuerda las representaciones artísticas que se han hecho de la antigua torre de Babel, aunque claro está, a una escala mucho mayor. Es un edificio ligero y transparente que en las fotos resalta de forma especial por el contraste con el cielo azul de Dubai. Parece sacado de los decorados de Metrópolis, la mítica película alemana de ciencia ficción de Fritz Lang. Imagino que verlo en vivo y en directo debe ser espectacular.

Pero además la Burj Khalifa, como rascacielos árabe que es, simboliza también el nuevo papel que estas economías, antes llamadas “emergentes”, están teniendo en el mundo. En la actualidad, además de esta supertorre, están las Petronas Towers de Kuala Lumpur y el Taipei 101, ambas en el sudeste asiático y hay proyectos similares en Manila, Seul y Shanghai, entre otras ciudades. Es el signo de los tiempos; el centro del mundo se ha desplazado hacia el este, de la misma forma que antes estuvo en Estados Unidos (con una gran tradición de rascacielos-fetiche que van desde el Empire State y el edificio Chrysler hasta el World Trade Center y la Sears Tower), o en la vieja Europa (con sus catedrales, su torre de Pisa, las torres de Bolonia o la Torre Eiffel, sin ir más lejos). Y antes fueron egipcios, incas o mayas con sus pirámides.

Pero tampoco nos tiene que extrañar, porque cada época ha tenido sus referentes arquitectónicos asociados a una manifestación de poder, ya sea religioso, político, económico o militar y conquistar las alturas ha sido siempre una constante, aunque cada vez se haya hecho en la proporción que los medios y recursos de la época permitían. Los edificios de ahora son más altos porque la técnica de ahora lo permite, pero el deseo de construir en vertical es tan antiguo como el hombre. Quizás sea una manifestación de la búsqueda eterna de lo sublime, lo lejano, lo inalcanzable, una forma de unir cielo y tierra, de acercarnos a los dioses. Quizás sea también una muestra del afán de superación, de conseguir nuevos retos y hacerlo de forma visible para poder ser reconocido por ello. En último extremo, sería más o menos lo mismo que hacían los atletas en la antigua Olimpia: correr más rápido, saltar más alto, luchar contra el más fuerte y alcanzar la gloria en honor a Zeus.

6 comentarios:

Uxio Malvido dijo...

A mi también me gusta el edificio. Me suele gustar toda la arquitectura contemporánea y vanguardista y este edificio es todo un icono. Sin embargo hay algo un poco perturbador en esta ocasión, y es la propia dimensión de la altura, el coste... excesivo desde cualquier punto de vista. Todo un icono también del sistema económico tan poquito sostenible que tenemos. Lo más preocupante es que Dubai, dónde estuve hace 2 años, es en si mismo un exceso: islas artificiales, el parque de atracciones más grande (Dubailand), un mega-puerto... Francamente, prefiero el estilo de Abu Dhabi que también está construyendo edificios super-vanguardistas pero para competir en cultura y sostenibilidad.

Astrid dijo...

Hola Uxío,
Sí, es verdad que para nuestra mentalidad occidental, muchos de los proyectos urbanísticos de Dubai son muy desproporcionados. No he estado ahí, pero mi socio estuvo hace un par de meses y vino algo escandalizado después de que le llevaran a visitar una pista de esquí artificial en medio del desierto (!!) De todas formas, a mi me da que pensar sobre los valores culturales que hay detrás de esa desmesura. Porque no se trata solo de tener riqueza y de no tener reparo en demostrarlo. El tema de la sostenibilidad que mencionas, me sorprende que no les preocupe. Al fin y al cabo, la élite política del país es gente viajada y preparada como el que más. Pero nosotros tampoco hemos sabido dar ejemplo de nada hasta, digamos, hace cuatro días...

Un saludo!

Uxio Malvido dijo...

Mi viaje a Dubai coincidió con el arranque del blog sobre Diversidad. Te dejo la entrada que escribí:
http://diversidadcorporativa.wordpress.com/2008/01/28/diversidad-desde-dubai/
Uno de mis recuerdos más nítidos son las parejas de locales en el centro comercial de la pista de ski, ellas de riguroso negro de pies a cabeza pero con un podería en joyas impresionante.

Por supuesto no podemos dar lecciones de casi nada pero pensaba en la sostenibilidad de su propio esfuerzo económico. Como se ha visto recientemente tienen serios problemas de financiación de una deuda tan gigantesca como sus proyectos. De verdad... demasiadas grúas, demasiadas urbanizaciones de lujo, demasiado de todo. Cuesta ver cómo se puede mantener todo eso.

En cuanto a los valores... Vienen del desierto absoluto y de la miseria. Hay que reconocerles la visión para situar a Dubai en el mapa mundial y convertirlo en un hub financiero y logístico. La torre no deja de ser un ejercicio de posicionamiento. Una visión para saber que no podían depender del petróleo porque se acababa (y así ha sido, casi no les queda; el petróleo está en Abu Dhabi) y que tenían que generar valor ofreciendo algo más.

Astrid dijo...

Uxío, gracias por pasarme la referencia de tu entrada. Veo que a ti también te pasearon por la pista artificial... debe de ser un "must"! Coincido contigo en que la situación de pobreza general del país en la época pre-petróleo unido al poder que da saber que otros más ricos que tu han dependido de ti y de tu suministro, alienta la vanidad y de alguna manera los excesos que mencionas. Como siempre, los extremos suelen tocarse.

Germán Gijón dijo...

Yo, aunque considerándome profano, creo que es una buena idea. La reconversión de los recursos es una forma inteligente de reaccionar. Y por otro lado, la atomización de capital que supone el petróleo puede que se disperse al transformar el PIB sobre el turismo y la logística. Puede que sea ingenuidad utópica, pero si ese bicho comienza a generar un sistema que permita el reparto más equitativo (sólo un poco, via trabajo) a los habitantes de a pie de Dubai, por mí que sigan construyéndose pepinos como ese, siempre que el modelo les funcione.
Un saludo.

Astrid dijo...

Hola Germán.
Tienes razón; seamos ingenuos y seamos utópicos, pero hay que esperar que un rascacielos así tenga ocupada a mucha gente.
Un cordial saludo!