11 de mayo de 2010

Up & Out: éxito con fecha de caducidad



Todos sabemos que el éxito es efímero, aunque a veces se nos olvide. Me refiero al éxito profesional, que puede no coincidir necesariamente con el personal. Éste último, que entiendo como la posibilidad de alcanzar los retos que uno se marca, cada individuo lo mide y valora según sus parámetros particulares. Es subjetivo e íntimo y puede darse sin que sea percibido por las personas que nos rodean. Pero cuando se trata del éxito profesional pensamos más en el reconocimiento por parte de terceros, en opiniones ajenas sobre las que no tenemos control.

El valor que nos otorgan los demás es una divisa volátil. Su cotización cambia con rapidez, al alza y a la baja, lo mismo que en la Bolsa, en función del interés que nuestra persona genere en el mercado profesional en el que nos movamos. Los cambios de valor se producen a veces de forma injusta, aunque solo seamos conscientes de ello cuando son para peor, olvidando que muchas veces también nuestra ascensión a la cumbre del éxito puede haber sido fruto más de la casualidad o de la suerte que de nuestras propias cualidades.

Estos días reflexionaba sobre ello con un conocido mío que me acababa de comunicar muy apesadumbrado que sus días en Berlín están contados. Esta persona, que llamaremos Carlos, es – o mejor dicho, era- un abogado de éxito en lo mejor de su carrera profesional. Pasaba por ser un experto razonablemente bueno en lo suyo que hace unos años tuvo el acierto, fortuna o habilidad de conseguir un par de clientes grandes, muy grandes, para su despacho. Hasta ese momento había sido un abogado más en su empresa, una persona discreta y eficiente que trabajaba en segunda línea, sin llamar demasiado la atención. Pero por determinadas circunstancias consiguió esas grandes cuentas y de repente, sin comerlo ni beberlo, pasó a ser la estrella del despacho, el abogado de moda con el que todos querían trabajar. Carlos reconocía que ese cambio de actitud en los demás le sorprendió, porque conseguir esos clientes había sido en gran parte un golpe de suerte y él se había limitado a estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Pero a nadie le amarga un dulce y como la cosa duró cuatro y cinco años al final, lógicamente, Carlos acabó acostumbrándose a su estatus de estrella. Sin embargo, un día tuvo un fallo. Un error absurdo y aparentemente banal en la redacción de un contrato que podía haber cometido cualquiera pero que la mala suerte hizo que le tocara a él. Un documento de ochenta páginas que habían revisado cuatro personas, ninguna de las cuales se dio cuenta de que en el trasiego de las múltiples versiones que generó la negociación, habían desaparecido sin querer un par de palabras. Dos palabritas de nada, pero que cambiaban el sentido de una cláusula decisiva del contrato. El asunto se complicó y derivó en una disputa que finalmente causó un perjuicio al cliente –su cliente- de varios millones de euros. A partir de ahí, la imagen de Carlos se deterioró rápidamente y en poco tiempo pasó de valor en alza a oveja negra sin solución de continuidad. Asumió su responsabilidad por el error de su equipo, pero una vez perdida la confianza de sus compañeros, no tuvo manera de recomponer su imagen y fue invitado a dejar el despacho.

Así es el éxito: efímero, caprichoso y fugaz. Viene siempre, cuando viene, con la fecha de caducidad impresa, aunque sea con tinta invisible. Lo vemos cada día en los medios, que crean y destruyen “estrellas” con asombrosa rapidez. Lo vemos también en el terreno deportivo o en el político, pero nos parece relativamente normal porque entendemos que de alguna forma “va con el cargo” y que el que se dedica a eso debe hacerlo preparado para todo. Pero en nuestro entorno de trabajo nos duele más, nos parece más injusto. Deseamos más objetividad, más estabilidad, más comprensión tal vez. Sin embargo, esas son las reglas del juego y nos equivocamos si esperamos otra cosa.

A Carlos, como a todos nosotros, le queda su autoestima y la experiencia adquirida. Eso nadie lo discute. Y quizás un futuro profesional con nuevos retos en Moscú, en donde está buscando trabajo. Aunque a su mujer esa opción le produzca la misma sensación que una deportación a Siberia...

8 comentarios:

Caminante dijo...

Más allá de la vida, Astrid... y es que la VIDA, con mayusculas, de cada uno de nosotros supera a la ficción con creces...
Creo que tu amigo lo superará, estoy seguro...eso sí, siempre que lo convierta en un recuerdo.
Cuidate

Javier Rodríguez Albuquerque dijo...

Hola Astrid:
Como la vida misma.
Muchas de las cosas que nos suceden, las buenas y las malas, son fruto de la casualidad. Estar en el sitio oportuno (o inoportuno) en el momento adecuado hace que pasemos a ser dios o el diablo. Vivir teniendo claro que todo es relativo es muy importante. Como dice Jose Luis, lo superará si lo convierte en un recuerdo. Me parece genial esta apreciación.
Un abrazo.

Unknown dijo...

Estoy de acuerdo, pero para mí, la lectura o aprendizaje es el hecho de no cambiar nosotros mismos -o por lo menos intentarlo-. El éxito es un bien efímero al cual nos acostumbramos y nos cuesta desprendernos de el.
Deberìamos ser capaces de sobreponernos al éxito y también la fracaso.
Otro tema es el análisis de la casualidad, la suerte, o porque no decirlo el tomar una buena decisión en un momento dado (aunque sea por suerte o intuición).Creo que hay muchas fortunas, muchos puestos directivos de alto nivel se han conseguido por un poco de suerte, por estar en el sitio justo en el momento preciso y también por trabajo, dedicación, etc.......Un saludo y suerte a tu amigo y a su esposa en Rusia.

Astrid dijo...

@José Luis,
Una valoración positiva y bonita la tuya. Saber convertir las malas experiencias en un recuerdo , así, sin adjetivos, me parece una postura muy sabia.
Gracias por pasar.

@Javier,
Yo también pienso que en la vida, la suerte,la casualidad o las circunstancias que exceden nuestro control (llámalo como quieras) juegan un papel importante, muchas veces minusvalorado, porque no son producto del libre albedrío. Luego está el cómo manejamos estas situaciones, qué aprendemos de ellas, cómo las aprovechamos. Pero el factor suerte está ahí.
Un abrazo,

@Manuel,
Sí, es la combinación de las tres cosas que mencionas: intuición, trabajo y (buena)suerte, lo que sería el coktail ideal. La buena suerte se puede intentar favorecer, pero ¿qué pasa con la mala? Ahí no tenemos nada que hacer, creo yo, más que resignarnos y convertirla en un recuerdo, como dice Jose Luis.
Gracias por aportar.

Josep Julián dijo...

La lectura de tu artículo me ha evocado distintas situaciones que nos han pasado a todos o que hemos visto todos.
En las grandes firmas de servicios profesionales el caché personal es, como dices, fluctuante como las divisas. Incluso siendo el mismo o la misma tu cotizacíón varía por un sinfín de circunstancias en las que también juega la buena o mala suerte, los aciertos propios y los errores de los demás, además de los propios.
No es que eso suceda sólo en las grandes pero es ahí donde se ve con más crudeza.
El otro día recibí el noticiario de una firma de la que soy alumni (ex combatiente) y reparé en el artículo de un socio que era compañero mío y que sabíamos los dos que llegaría a socio algún día. Junto a ese había otro artículo de otro socio al que ambos conocemos y que por nada del mundo merece haber llegado a socio pero ahí estaba.
Tu amigo no es ahora mejor o peor profesional que antes y ese es el valor que tiene, pero me temo que aunque convierta la experiencia en recuerdo seguro que incluso en Moscú aparecerá alguien que le recordará aquél patinazo y si no lo ha reconocido él antes, le puede acarrear un nuevo disgusto.
Y es que la historia es la historia, para lo bueno y para lo malo.
Salúdale de mi parte.
Un abrazo.

Astrid dijo...

Josep, tienes toda la razón. El mundo es un pañuelo, y todavía más en el entorno de los grandes despachos jurídicos, que no difiere demasiado en su funcionamiento del de las consultoras. De las malas noticias todo el mundo se hace eco. Ahí te das cuenta de lo frágil que puede ser el reconocimiento profesional.
Gracias por tu comentario, sabio, como siempre.

Ana Belén dijo...

Es la primera vez que entro en tu blog y realmente me ha parecido muy interesante. Desde hoy tienes una seguidora mas.
Un saludo.

Astrid dijo...

Hola Ana,
Gracias por tu visita. Celebro que el blog te guste. De paso tu comentario me ha permitido a mi conocer el tuyo, que también voy a seguir visitando.
Un saludo.