Estos días he estado siguiendo en la prensa y la televisión la cobertura informativa de los terribles acontecimientos de Japón. He contemplado, primero con preocupación y luego con una progresiva sensación de alarma, las imágenes sobrecogedoras del tsunami y el desarrollo de lo que pasaba (y pasa) en la central nuclear de Fukushima.
Más allá del sensacionalismo extremo de ciertos titulares, me ha llamado la atención el tratamiento informativo de todo este proceso por parte de algunos medios internacionales de los calificados como serios. Y no me refiero solo al fenómeno de realidad aumentada que recogía la Defensora del Lector de El País en su tribuna del pasado domingo. Coincido en su diagnóstico de que la globalización informativa puede llevar a competir por lo excepcional y por lo extremo, contribuyendo en ocasiones a que la sensación de alarma que producen estas catástrofes pueda ser desde la lejanía mayor que en la proximidad. Es una paradoja que distorsiona la realidad, pero supongo que tenemos que acostumbrarnos a ello.
Pero, aparte de eso, lo que me ha sorprendido es que en este caso, la realidad aumentada presentaba sucesos que afectan a una sociedad que por todos es sabido que es muy distinta de la nuestra. Y a pesar de eso se incluían juicios de valor sobre actitudes y comportamientos locales que solamente tienen sentido desde una perspectiva occidental. Así, he podido oír comentarios sobre si la información que desde allí trasmitían las autoridades era más o menos transparente o sobre si los ciudadanos japoneses mostraban más o menos pasividad, indiferencia o resignación ante la desgracia o si debían tener más o menos interés en exigir responsabilidades por posibles fallos en su seguridad. Apreciaciones todas ellas seguramente bienintencionadas, pero ciertamente etnocéntricas y diría que quizás hasta un poco arrogantes también, por cuanto son proyecciones de nuestra propia percepción sobre lo que creemos que debería ser bueno o conveniente para el pueblo japonés.
Pero es que lo que nosotros entendemos por bondad o maldad, justicia o injusticia, verdad o mentira y en general lo que consideramos nuestros valores y visión del mundo son solo unos más de los muchos posibles. Tampoco se trata de ser un experto en la sociedad nipona, pero un poco de sensibilidad o simplemente curiosidad cultural no estaría de más si se quiere ofrecer una explicación comprensible que complemente la información periodística. Imagino que la premura que imprime tener que cubrir ese tipo de noticias imprevistas, impide profundizar en los porqués de muchas cosas. Pero entonces hay que procurar mantener la objetividad e intentar evitar el hacer comparaciones y emitir juicios de valor apresurados.
El funcionamiento de la sociedad japonesa y la construcción de su identidad no pueden entenderse si no se conocen algunas de sus dimensiones culturales, que se agrupan en conceptos duales, que son el resultado de una combinación de factores históricos, geográficos y religiosos. Así, conviene conocer el significado de dos esferas claramente delimitadas en la sociedad, el tatemae (el mundo exterior y de las convenciones sociales, el comportamiento y opiniones que se exponen en público) y el honne (el mundo íntimo y personal, los deseos privados, los sentimientos). Ambos pueden coexistir en aparente contradicción (pensar una cosa y hacer o decir otra) y por lo tanto los conceptos de sinceridad, falsedad, transparencia o hipocresía tienen en Japón un significado muy diferente al nuestro.
También es interesante entender el binomio Senpai-Kôhai, que regula las relaciones personales y en base al cual se atribuye un estatus especial a la persona que tiene más veteranía, más experiencia o más conocimiento (Senpai) frente al joven, el inexperto o el aprendiz (kôhai). Ambos conceptos generan dos roles muy definidos en todos los ámbitos sociales (familiar, educativo y laboral) y como resultado de ello se produce un menor cuestionamiento de las decisiones, también a nivel político y una mayor confianza en la información que ofrecen las autoridades o los expertos. En el mismo sentido, éstos tienen un plus de responsabilidad, que incluye también un deber de protección que obliga moralmente.
La sociedad japonesa tiene una estructura grupal en la que el sentimiento de pertenencia/dependencia es muy alto y eso facilita su cohesión. Algunas cosas han cambiado en los últimos años y puede parecer que se ha occidentalizado. Pero en su conjunto, los cambios son todavía menos profundos de lo que las imágenes de tecnología y modernidad de las nuevas generaciones transmiten. La globalización, al menos a nivel de valores, sigue siendo superficial. Y en estos momentos tan difíciles para ellos, creo que eso es una indudable ventaja.
10 comentarios:
Hola Astrid:
Es cierto que a menudo las culturas son mundos cerrados con sus particulares códigos de conducta. Probablemente lo que ha sucedido en Japón como reacción a las catástrofes es difícilmente entendible desde otras culturas como la nuestra y otras. Sin embargo, es entendible que tomemos postura acerca de sus reacciones comparadas con las que tendríamos nosotros si nos pasara algo parecido.
Un abrazo.
Hola Astrid:
Estoy totalmente de acuerdo. Creo que puedo decir que he viajado un poco y una de las cosas más importantes que he aprendido es a intentar ponerme en el lugar de las personas de esas otras culturas. He visto demasiada gente frívola que pasa todo por su tamiz, ya no sólo cultural, sino personal.
Y eso que estamos en la era de la globalización.
Un abrazo.
Hola Josep,
Como tu dices, la comparación con lo que hubiera pasado en este caso en cualquier país europeo, es muy difícil. Japón es muy distinto, y no solo a nivel cultural,sino también en cuanto a nivel de desarrollo tecnológico y sobre todo de experiencia en este tipo de catástrofes.
Gracias por pasar,
Abrazos y felicidades (algo retrasadas ...)
Javier,
Ese ponerse en el lugar del otro es importante. Es precisamente la globalización la que enmascara la realidad de lo que realmente subyace debajo de esa apariencia occidental que nos uniformiza. Pero los cambios de valores son más lentos.
Un saludo
Yo también creo que no se puede hacer una comparación simplista entre su punto de vista y el suyo, pero creo que sería muy instructivo para ellos -seguro que con el tiempo lo hacen- analizar nuestro punto de vista -a nivel informativo- sobre como nuestros medios han analizado el suceso.
un saludo.
Buen apunte, Manuel. La reflexión debería ser también desde la perspectiva japonesa, pero no estoy muy segura de que se produzca. Primero porque están desbordados con la magnitud de los acontecimientos, pero también por que es una sociedad bastante cerrada a la influencia exterior.
Gracias por pasarte.
Hola Astrid
Interesante visión.
Te imaginas esto mismo en España, Portugal o en Peru?
No quiero ni pensarlo...
Pronto los veremos de nuevo en línea y, gran parte de ello, se deberá a su espíritu de equipo.
Cuidate
Hola José Luis,
Pues no sé en Perú, pero lo que es por nuestros lares, solo imaginarme un escenario parecido me pone los pelos de punta. Mejor no pensarlo ...
Un abrazo,
Hola Astrid:
Fantástico post que nos descubre el poco esfuerzo que hacemos por comprender a los demás. En cada sociedad, en cada cultura hay unos códigos y el hombre por naturaleza o ignorancia sólo ve las cosas desde su perspectiva. Recuerdo cuando el Katrina todo lo que se dijo por aquí de los americanos (ineptos, inútiles, soberbios etc...) por no controlar las inundaciones. Claro , que alli la superficie anegada fue enorme y aquí, se rompe una tubería y ya se ha liado parda. Así que no me extraña que una situación similar aquí te pusiese los pelos de punta.
Un abrazo
Hola Fernando,
Es que como dicen en mi tierra, criticar es fácil y además es gratis.
Gracias por tu comentario.
Un abrazo,
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